El laberinto de los espiritus

El laberinto de los espiritus

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Cuarta parte de la serie «El CEMENTERIO DE LOS LIBROS OLVIDADOS», de Carlos Ruiz Zafón

El laberinto de los espiritus: En la Barcelona de finales de los años 50, Daniel Sempere ya no es aquel niño que descubrió un libro que habría de cambiarle la vida entre los pasadizos del Cementerio de los Libros Olvidados. El misterio de la muerte de su madre Isabella ha abierto un abismo en su alma del que su esposa Bea y su fiel amigo Fermín intentan salvarle.

Justo cuando Daniel cree que está a un paso de resolver el enigma, una conjura mucho más profunda y oscura de lo que nunca podría haber imaginado despliega su red desde las entrañas del Régimen. Es entonces cuando aparece Alicia Gris, un alma nacida de las sombras de la guerra, para conducirlos al corazón de las tinieblas y desvelar la historia secreta de la familia… aunque a un terrible precio.

El Laberinto de los Espíritus es un relato electrizante de pasiones, intrigas y aventuras. A través de sus páginas llegaremos al gran final de la saga iniciada con La Sombra del Viento, que alcanza aquí toda su intensidad y calado, a la vez que dibuja un gran homenaje al mundo de los libros, al arte de narrar historias y al vínculo mágico entre la literatura y la vida.

Algunas citas de El laberinto de los espiritus:

  • El laberinto se alzaba frente a mí en un espejismo infinito. Una espiral de escalinatas, túneles, puentes y arcos tramados en una ciudad eterna construida con todos los libros del mundo ascendía hasta una inmensa cúpula de cristal.
  • Ese era siempre el método más eficaz para colarse en cualquier lugar de acceso restringido: comportarse como quien sabe adónde va y no requiere permiso ni orientación. El juego de la infiltración es similar al de la seducción: el que pide permiso ha perdido antes de empezar.
  • A la hora de mentir lo que hay que tener en cuenta no es la plausibilidad del embuste, sino la codicia, vanidad y estupidez del destinatario. Uno nunca miente a la gente; se mienten a ellos mismos. Un buen mentiroso les da a los bobos lo que quieren oír. Ese es el secreto.
  • Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte.
  • ¿Ha oído decir usted alguna vez aquello tan socorrido de que en el amor y en la guerra está todo permitido? -Alguna vez. Normalmente en boca de los que están más por la guerra que por el amor. -Así es, porque en el fondo es mentira podrida. – ¿Es esta entonces una historia de amor o de guerra? Se encogió de hombros. – ¿Cuál es la diferencia?
  • Y dicho esto con más solemnidad de la que probablemente merece la ocasión, más vale aterrizar a ras de página y pedirle al amigo lector que nos acompañe al cierre de esta historia y nos ayude a encontrar lo más difícil para un pobre narrador atrapado en su propio laberinto: la puerta de salida.
  • Si algo he aprendido en este perro mundo es que el destino siempre está a la vuelta de la esquina. Como si fuese un chorizo, una furcia o un vendedor de lotería, sus tres encarnaciones más socorridas. Y si algún día decide usted ir a por él (porque lo que el destino no hace son visitas a domicilio), ya verá cómo le concederá una segunda oportunidad.
  • Cada día estaba más convencido de que la buena literatura tenía poco o nada que ver con quimeras triviales como «la inspiración» o «el tener algo que contar» y más con la ingeniería del lenguaje, con la arquitectura de la narración, con la pintura de las texturas, los timbres y los colores de la construcción, con la fotografía de las imágenes y con la música que podía producir una orquesta de palabras.
  • ¿Sabe una cosa, Daniel? Lo que pienso de verdad es que después de todo lo que usted y yo hemos pasado, aún soy aquel pobre infeliz que se encontró tirado en la calle y al que se llevó a casa por caridad, y que usted todavía es aquel crío desvalido que iba por el mundo perdido y tropezando con misterios sin cuento creyendo que si los resolvía, tal vez, de puro milagro, recuperaría el rostro de su madre y la memoria de la verdad que el mundo le había robado.
  • La mayoría de los mortales nunca llegamos a conocer nuestro verdadero destino; simplemente somos atropellados por él. Para cuando levantamos la cabeza y lo vemos alejarse por la carretera ya es tarde, y el resto del camino lo tenemos que hacer por la cuneta de aquello que los soñadores llaman la madurez. La esperanza no es más que la fe de que ese momento no haya llegado todavía, de que acertemos a ver nuestro verdadero destino cuando se acerque y podamos saltar a bordo antes de que la oportunidad de ser nosotros mismos se desvanezca para siempre y nos condene a vivir de vacío, añorando lo que debió ser y nunca fue.
  • En la guerra hizo fortuna y en el amor lo perdió todo. Estaba escrito que no había nacido para ser feliz y que nunca podría llegar a saborear el fruto que aquella primavera tardía había llevado a su corazón. Supo entonces que viviría el resto de sus días en el otoño perpetuo de la soledad sin más compañía ni recuerdo que el anhelo y el remordimiento, y que, cuando alguien preguntara quién había construido aquella casa y quién había vivido en ella antes de que se convirtiera en un embrujo de ruinas, las gentes que la habían conocido y sabían de su historia maldita bajarían la mirada y dirían, con voz leve y rogando que sus palabras se las llevase el viento: nadie.
  • El mundo es simplemente un espejo de quienes lo formamos y no es ni más ni menos que lo que hacemos de él entre todos.
  • Un año es mucho para los tiempos que corren. Estos días la gente olvida rápido. Es como un virus, pero que ayuda a sobrevivir.
  • – ¿Por qué son tan bobos a veces? – ¿Los hombres? Quién sabe. A lo mejor es porque la naturaleza es madre, aunque cruel, y los atonta de nacimiento. Pero algunos no están tan mal.
  • El único pecado que no se perdona (…) es el de no tomar bando y resistirse a unirse a un rebaño u otro. Y donde hay rebaños de borregos siempre aparecen lobos hambrientos.
  • Antes de salir se dio un último repaso en el espejo del recibidor y se concedió el visto bueno. «Te romperías el corazón a ti misma -pensó-. Si lo tuvieras».
  • Todo crimen es como una cebolla: hay que cortar a través de muchas capas para ver qué esconde y por el camino hay que derramar unas cuantas lágrimas.
  • Una leyenda es una mentira pergeñada para explicar una verdad universal. Los lugares donde la mentira y el espejismo envenenan la tierra son particularmente fértiles para su cultivo.
  • Aquí, cuando las personas pierden el juicio, que es a menudo, son capaces de pegarse un tiro en el pie si creen que así dejarán cojo al vecino.
  • El aprender a diferenciar entre por qué hace uno las cosas y por qué dice hacerlas es el primer paso para comenzar a conocerse a uno mismo.
  • A veces, cuando los dioses no miran y el destino se pierde por el camino, incluso la buena gente tiene un poco de suerte en la vida.
  • La felicidad, o lo más cercano a ella a que puede aspirar cualquier criatura pensante, la paz de espíritu, es aquello que se evapora por el camino que lleva del creer al saber.
  • Nada como la química para domar la lírica. Pero no se me vaya a aficionar al truco, que el licor es como el matarratas o la generosidad: cuanto más se usa, menos efecto tiene.
  • En el poder las puñaladas nunca llegan de frente, siempre por la espalda y con un abrazo.
  • Es usted una caja de sorpresa… De esas que uno mejor no abre, no vaya a ser que descubra la sorpresa que esconden. -Sabia decisión.
  • El pasado no desaparece, por mucho que se esfuercen los necios en olvidarlo y los embaucadores en falsificarlo para venderlo otra vez como si fuera nuevo.
  • -Hay quien argumentaría que no hay género más ficticio que la biografía. -Con la posible excepción de la autobiografía.
  • La de escritor era una profesión que se tenía que aprender pero que era imposible enseñar.
  • Cualquiera que aspire a conservar su sano juicio necesita de un lugar en el mundo en el que pueda y desee perderse.
  • Yo no me he desencaminado en la vida. El problema en este querido país nuestro son los caminos, no el caminante.
  • Uno no se da cuenta del vacío en el que ha dejado pasar el tiempo hasta que vive de verdad.
  • El nivel de barbarie de una sociedad se mide por la distancia que intenta poner entre las mujeres y los libros.
  • Quizá su momento aún no había pasado. Quizá le quedaba todavía una razón para seguir viviendo.
  • Nadie que haya vivido una guerra con los ojos abiertos puede volver a creer que las personas somos mejores que cualquier otro animal.
  • La meritocracia y el clima mediterráneo son incompatibles por necesidad. Es el precio que pagamos por tener el mejor aceite de oliva del mundo, imagino.
  • Beba ahora o arrepiéntase para siempre.
  • Las obras nunca se terminan. El truco está en saber dónde hay que dejarlas inacabadas.
  • Cuéntale al mundo nuestras historias y jamás olvides que existimos mientras alguien nos recuerda.
  • Si uno quiere que las cosas salgan bien hay que poner a una mujer al mando.
  • El autoengaño es el secreto de toda empresa imposible.
  • Las esperanzas las guardan las personas, pero el destino lo reparte el diablo.
  • Una historia no tiene principio ni fin, tan solo puertas de entrada.
  • Le celebro el valor, aunque no sé si la prudencia.
  • Aquel era un viaje que debía hacer yo solo.
  • Con usted hasta el fin del mundo, ya lo sabe.
  • Los recuerdos que uno entierra en el silencio son los que nunca dejan de perseguirle.
  • La verdad es un acuerdo que permite que los inocentes no tengan que convivir con la realidad.
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