Clasicos: De la Tierra a la Luna
Tras terminar la Guerra de Secesión estadounidense, el presidente del Gun-Club, Impey Barbicane, propone la fabricación de un cañón gigante para enviar un proyectil a la Luna.
Junto con el secretario, J. T. Maston, y tras ser informados de los detalles astronómicos por el observatorio de Cambridge, deben resolver una serie de cuestiones: características del cañón, forma y tamaño del proyectil, clase y cantidad de pólvora, ubicación del sitio de lanzamiento, financiación de la empresa, etc.
La factibilidad del proyecto es cuestionado por el capitán Nicholl, enemigo acérrimo de Barbicane (si el segundo es constructor de proyectiles, el primero lo es de corazas y escudos) el cual hace una serie de apuestas a Barbicane acerca del éxito del proyectil. Tras conseguir el dinero necesario en una suscripción internacional, el gigantesco cañón es forjado en el suelo de la Florida. De pronto, aparece un francés, Miguel Ardan, con el deseo de viajar en el proyectil.
Tras un dramático duelo entre Barbicane y Nicholl, Ardan los convence de que olviden sus rencillas y viajen con él a la Luna. El proyectil es modificado para permitir que los pasajeros puedan soportar el viaje. Antes de ser lanzado el proyectil, J.T. Maston se queda en él unos días. Cuando termina su misión, ha engordado. Finalmente, el proyectil es lanzado. J. T. Maston, en el observatorio construido en las Montañas Rocosas para la ocasión, intenta ubicarlo con el telescopio y, cuando lo logra, sufre una desilusión: el proyectil no ha llegado a su destino, sino que se ha convertido en satélite de la Luna. Fuente: Wikipedia
El caso de Verne es espectacular, y posiblemente el más conocido. En sus novelas De la Tierra a la Luna (1865) y Alrededor de la Luna (1869) relata la llegada del Hombre a nuestro satélite natural. Lo hace justo cien años antes, pero es que además los primeros en llegar son de Estados Unidos – en aquella época no era una potencia como ahora y, por supuesto, no había Guerra Fría ni nada parecido -, salen de Florida y el equipo está compuesto por tres tripulantes, dos autóctonos y uno extranjero, tal y como luego sucedió. Hay más: el cañón de propulsión de la novela se llama Columbiad (Columbia en la realidad), la bala enviada coincide en peso y altura, e incluso acertó dónde caería después de sus peripecias extraterrestres. Ambas aterrizan en el Océano Pacífico, con únicamente cuatro kilómetros de diferencia.
Siguiendo con las serendipias lunares, Lester Rey escribió su particular Viaje a la luna, en 1954, con el que el comandante Armstrong llega con la nave Apolón catorce años antes que lo haga Neil Armstrong a bordo del Apolo 11.
Al ser considerado un clásico y una obra visionaria, nuestro puntaje por supuesto, un 10!
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