Carlos Ruiz Zafón: «Marina»
En la Barcelona de 1980 Óscar Drai sueña despierto, deslumbrado por los palacetes modernistas cercanos al internado en el que estudia. En una de sus escapadas conoce a Marina, una chica delicada de salud que comparte con Óscar la aventura de adentrarse en un enigma doloroso del pasado de la ciudad. Un misterioso personaje de la posguerra se propuso el mayor desafío imaginable, pero su ambición lo arrastró por sendas siniestras cuyas consecuencias debe pagar alguien todavía hoy.
«Quince años más tarde, la memoria de aquel día ha vuelto a mí. He visto a aquel muchacho vagando entre las brumas de la estación de Francia y el nombre de Marina se ha encendido de nuevo como una herida fresca. Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma. Éste es el mío.»
Algunas citas del libro:
- El gato me miraba con su desdén habitual. Deseé ser un dobermann.
- «Las derrotas en silencio saben mejor», pensé.
- -Cuando hay clase, la velocidad es una minucia- explicaba Germán.
- -A veces, las cosas más reales sólo suceden en la imaginación, Óscar -dijo ella-. Sólo recordamos lo que nunca sucedió.
- Nada mejor que leer acerca de los problemas de los demás para olvidar los propios.
- El tiempo hace con el cuerpo lo que la estupidez hace con el alma -dijo, señalándose a sí mismo-. Lo pudre.
- «Si la gente pensara una cuarta parte de lo que habla, este mundo sería el paraíso.»
- «La verdad no se encuentra, hijo. Ella lo encuentra a uno.»
- Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma.
- Marina, te llevaste todas las respuestas contigo.
- Florián no hacía preguntas, las ametrallaba.
- «El camino al infierno está hecho de buenas intenciones.»
- Marina me dijo una vez que solo recordamos lo que nunca sucedió. Pasaría una eternidad antes de que comprendiese aquellas palabras.
- No sabía entonces que el océano del tiempo tarde o temprano nos devuelve los recuerdos que enterramos en él. Quince años más tarde, la memoria de aquel día ha vuelto a mí. He visto a aquel muchacho vagando entre las brumas de la estación de Francia y el nombre de Marina se ha encendido de nuevo como una herida fresca.
A finales de la década de los setenta, Barcelona era un espejismo de avenidas y callejones donde uno podía viajar treinta o cuarenta años hacia el pasado con sólo cruzar el umbral de una portería o un café. El tiempo y la memoria, historia y ficción, se fundían en aquella ciudad hechicera como acuarelas en la lluvia. Fue allí, al eco de calles que ya no existen, donde catedrales y edificios fugados de fábulas tremaron el decorado de esta historia.
Los viejos portales del barrio parecían sonreírme, cómplices. Podía escuchar el eco de mis pasos, pero hubiera jurado que andaba un palmo por encima del suelo. - -Estamos en un cementerio, aquí no hay nada.
-Te equivocas. Aquí están los recuerdos de cientos de personas, sus vidas, sus sentimientos, sus ilusiones, su ausencia, los sueños que nunca llegaron a realizar, las decepciones, los engaños y los amores no correspondidos que envenenaron sus vidas… Todo está aquí, atrapado para siempre. - Me disponía a explicarle a Marina la extraña aparición que había creído presenciar cuando ella se rió sutilmente y se inclinó para besarme la mejilla. El roce de sus labios bastó para que se me secase la ropa al instante. Las palabras se me perdieron rumbo a la lengua. Marina advirtió mi balbuceo mudo. -¿Qué?-preguntó. La contemplé en silencio y negué con la cabeza. -Nada.
-¿Te gustan los misterios?-asentí con la cabeza. Creo que si me hubiese preguntado si me gustaba el arsénico mi respuesta habría sido la misma. - «Si alguna vez me pierdo, que me busquen en una estación de tren.»
- «No se puede entender la vida hasta que no se entiende la muerte.»
- El silbido del expreso de Madrid me rescató de mis bucólicas meditaciones. El tren irrumpía en la estación a pleno galope. Enfiló hacia su vía y el gemido de los frenos inundó el espacio. Lentamente, con la parsimonia propia del tonelaje, el tren se detuvo. Los primeros pasajeros comenzaron a descender, siluetas sin nombre. Recorrí con la mirada el andén mientras el corazón me latía a toda prisa. Docenas de rostros desconocidos desfilaron frente a mí. De repente vacilé, por si me había equivocado de día, de tren, de estación, de ciudad o planeta.
- «¿Qué clase de ciencia es ésa, capaz de poner un hombre en la luna pero incapaz de poner un pedazo de pan en la mesa de cada ser humano?»
- «La juventud es una novia caprichosa. No sabemos entenderla ni valorarla hasta que se va con otro para no volver jamás»
- «Aquella muchacha era más tozuda que una mula.»
- «Vivía en pretérito pluscuamperfecto.»
- «La paciencia es la madre de la ciencia.»
- «Conservo sus consejos y sus palabras guardados bajo llave en el cofre de mi memoria, convencido de que algún día me servirán para responder a mis propios miedos y a mis propias dudas.»
- «El que no sabe adónde va no llega a ninguna parte.»
- «Quise tener un amigo… y creo que nos perdimos por el camino»
- «Mijail, ¿te acuerdas de aquel día, cuando me preguntaste cual era la diferencia entre un médico y un mago? Pues bien, Mijail, no existe la magia. Nuestro cuerpo empieza a destruirse desde que nace. Somos frágiles. Criaturas pasajeras. Cuanto queda de nosotros son nuestras acciones, el bien o mal que hacemos a nuestros semejantes.»
- «Sólo desaparece la gente que tiene algún sitio adonde ir.»
- Aquel día el fantasma de Gaudí esculpía en el cielo de Barcelona nubes imposibles sobre un azul que fundía la mirada.
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